Albert
Einstein (1879-1955), físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo y estadounidense, que concentró sus esfuerzos en hallar una relación matemática entre el
electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en avanzar hacia el
que, para él, debía ser el objetivo último de la física: descubrir las leyes
comunes que, supuestamente, habían de regir el comportamiento de todos los
objetos del universo, desde las partículas subatómicas hasta los cuerpos
estelares. Tal
investigación, que ocupó el resto de su vida, resultó infructuosa y acabó por
acarrearle el extrañamiento del resto de la comunidad científica.
Se comenta que siendo niño aún no había emitido palabra alguna, hasta que durante la cena, cuando probó la sopa dijo: “Está caliente”. Los padres sorprendidos le preguntaron: “si hablas, ¿Por qué no lo hiciste antes?”. A lo que el respondió: “Por que antes todo había estado bien.”
Se le atribuye a la siguiente
expresión:
“La fuerza motriz más poderosa no es el vapor ni la electricidad, es la
voluntad.”
Convencido de que se tienen que hacer las cosas de una manera diferente, si se desean resultados diferentes, twittié:
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