martes, 9 de octubre de 2012

El líder es prudente



Luego de la batalla de Gettysburg, en la noche del 4 de julio de 1863,  el general Lee comenzó su retirada hacia el Sur, en medio de una gran tormenta. Al llegar al Potomac con su derrotado ejército,  encontró un río imposible de cruzar y al ejército de la Unión tras él. Estaba atrapado. Lincoln advirtió la oportunidad de derrotarlo definitivamente y poner fin a la guerra. 

Entonces,  lleno de esperanza, ordenó al general Meade que atacara inmediatamente. ¿Qué hizo el general Meade? Exactamente lo contrario de lo que se le ordenó. Convocó un consejo de guerra, en directa violación de las órdenes, dudó, esperó, telegrafió sus excusas, negándose rotundamente a atacar. Las aguas bajaron y Lee con sus fuerzas escaparon.


"¿Qué es esto? -gritó furioso, cuando se enteró- ¡Gran Dios! ¿Qué es esto? Los teníamos al alcance de las manos, sólo teníamos qué estirarlas para que cayeran en nuestro poder; y sin embargo, nada de lo que dije o hice logró que el ejército avanzara. En esas circunstancias, cualquier general podría haber vencido a Lee. Si yo hubiera ido, yo mismo lo habría derrotado."

Lincoln muy dolido y molesto se sentó a escribir una carta a Meade, en los siguientes términos.

"Mi querido general:
No creo que comprenda usted la magnitud de la desgracia que representa la retirada de Lee. Estaba a nuestro alcance, y su captura hubiera significado, en unión con nuestros otros triunfos recientes, el fin de la guerra. Ahora la guerra se prolongará indefinidamente. Si usted no consiguió atacar con fortuna a Lee el lunes último, ¿cómo logrará hacerlo ahora al sur del río, cuando sólo puede llevar consigo unos pocos hombres, no más de los dos tercios de la fuerza de que disponía entonces? Sería irrazonable esperar, y yo no lo espero, que ahora pueda usted lograr mucho. Su mejor oportunidad ha desaparecido, y estoy indeciblemente angustiado a causa de ello."

¿Qué habrá hecho Meade al leer esta carta?
Responderla. Responderla y renunciar.... Ni una de ambas, porque Meade no vio jamás esta carta. Lincoln no la despachó y se la conoce, cuando luego de su muerte fue hallada entre sus papeles.

Se especula que después de escribirla Lincoln recapacitó y consideró que no debía actuar precipitadamente, porque había aprendido por amargas experiencias que las críticas y reproches son casi siempre inútiles.

Se le atribuye, entre otras, la siguiente frase célebre:

"Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre dadle poder."

Theodore Roosevelt decía que cuando, como presidente, se veía ante algún grave problema, solía reclinarse en su sillón y mirar un gran cuadro de Lincoln que había sobre su escritorio en la Casa Blanca, y preguntarse entonces: "¿Qué haría Lincoln si se viera en mi lugar? ¿Cómo resolvería este problema?"

lunes, 8 de octubre de 2012

El juez del líder: su conciencia



José Francisco de San Martín (1778 - 1850) fue un militar argentino, cuyas campañas fueron decisivas para las independencias de la Argentina, Chile y el Perú.
Se comenta que una noche se presentó sorpresivamente en la ciudad de Córdoba, sin escolta, a excepción de uno de sus ayudantes que le servía de acompañante, causando sorpresa a los oficiales de la guarnición. Reúne a los jefes, a pesar de lo tormentoso del tiempo, y les anuncia que al día siguiente pensaba revisar las tropas que se encontraban en la plaza. Acto seguido, se retiró a descansar. Transcurridas algunas horas, y mientras el general se encontraba pensativo al lado de la chimenea, calentándose y secando sus ropas al mismo tiempo, le pasaron una  tarjeta en la cual se le pedía una audiencia urgente, “para un asunto de vida o muerte” pero lo que más impresionó a San Martín fue un párrafo que decía:

“Deseo hablar con el caballero don José de San Martí NO con el general”.

Curioso por conocer al autor de aquel mensaje, que denotaba angustia, el general accedió a la entrevista. Cuando entró el visitante, dijo:
-Señor don José de San Martín, soy coronel pagador de los sueldos de las tropas que revistará mañana el general San Martín. Teniendo el vicio del juego, anoche perdí a las cartas los fondos destinados a la tropa. La visita del general me sorprende, cuando aún no vuelve el correo que envié a toda prisa para vender todo cuanto poseo. Conforme el reglamento, tendría que ser degradado en público y fusilado a continuación. No me aterraría el castigo que merezco, si no supiera que la misma descarga que acabe conmigo, terminará también con una anciana que tiene fe en mí, porque es lo único que le queda en la vida. ¿Quiere usted, prestarme el dinero para salvarme, seguro de que no solo repondré lo perdido y nunca volveré a cometer un acto como este, sino seguro también, de que dos seres rezarán eternamente por usted?
Y San Martín, entregándole el dinero faltante le dijo:

-Tome la cantidad, pero que no lo sepa nunca el general San Martín. Es un hombre capaz de fusilarnos a usted y a mí, si los supiera.

Se le atribuye la siguiente expresión:

"La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien"

viernes, 5 de octubre de 2012

El líder honra a sus socios y colaboradores

Andrew Carnegie (1835 –  1919). Industrial, empresario y filántropo estadounidense oriundo de Escocia. Creó la Carnegie Steel Company en Pittsburgh, que más tarde se fusionó con la Federal Steel Company de Elbert H. Gary y varias empresas más pequeñas hasta crear U.S. Steel. La fortuna que ganó en sus negocios, la destinó a la filantropía y educación, fundando la Carnegie Corporation of New York, Fondo Carnegie para la Paz Internacional, y Carnegie Mellon University en Pittsburgh.

En una época de gran competencia, se propuso vender rieles al Ferrocarril de Pennsylvania, cuyo presidente era J. Edgar Thomson. Para conseguir su objetivo, construyó en Pittsburgh una planta de altos hornos a la que puso el nombre de "Edgar Thomson Trabajos de Acero". 


Desde entonces, no es fácil adivinar a quién se hizo el pedido cuando la empresa necesitó rieles.
En otro momento, la Empresa Central de Transportación de su propiedad y George Pullman luchaban por lograr la supremacía en la venta de vagones dormitorios. En su afán de proveer de vagones dormitorios al Ferrocarril Union Pacific, ambas empresas rebajaban sus ofertas, eliminando toda probabilidad de beneficio para la firma que obtuviera el negocio. Carnegie y Pullman fueron a Nueva York para ver, cada uno por su cuenta, al directorio del ferrocarril. Una noche se encontraron en el Hotel St. Nicholas y Carnegie dijo:
-Buenas noches, Sr. Pullman. ¿No cree que estamos actuando como un par de tontos?
-¿Por qué?
Entonces Carnegie expresó las ideas que tenía: una fusión de las dos empresas. Optimista se refirió a las ventajas mutuas que se desprenderían de la cooperación, en lugar de la pugna. Pullman escuchó atentamente, pero no quedó del todo convencido. Por fin preguntó:
-¿Qué nombre tendría la nueva firma?
-Pues, la Pullman Palace Car Company, por supuesto.
-Venga a mi habitación -dijo Pullman con el rostro iluminado-. Conversemos del asunto.

Pero, ¿cuál había sido la experiencia que lo marcó previamente que le permitió obtener éxitos como los comentados? Se comenta la historia de los conejos. Cuando él tenía 10 años, cazó una coneja que pronto tuvo crías. Como él no tenía como alimentarlas, se le ocurrió una idea. Dijo a los niños de la vecindad que si le llevaban tréboles y hierbas para alimentar a los conejos bautizaría a los animalitos en honor de quienes cooperaban. El plan rindió resultados y Carnegie entendió la asombrosa importancia que da la gente a sus propios nombres.

Se le atribuye la siguiente expresión, que resume su filosofía administrativa:

Uno de los secretos del éxito empresarial consiste no en hacer uno mismo el trabajo, sino en reconocer al hombre apropiado para hacerlo.

jueves, 4 de octubre de 2012

El líder escucha, observa, reflexiona y actúa

David M. Ogilvy (1911- 1999).  Inglés. Es reconocido como uno de principales pensadores que forjaron el negocio de la publicidad, habiendo incursionado en ella, anecdóticamente,  luego de haber sido cocinero en París y vendedor puerta a puerta de estufas AGA en Escocia. Ingresó como ejecutivo de cuentas en Mather & Crowther en Londres, con apoyo de su hermano Francis que trabajaba para ella a inicios de los años 30 del siglo XX.

En 1938 solicita a la agencia que lo envíen a Estados Unidos. Estando allá, trabajó por un tiempo para Gallup, Instituto de Investigación. Esta experiencia  marcó su pensamiento, fundamentándolo desde entonces en los métodos de investigación meticulosa y la adhesión a la realidad.


En 1948 fundó la Agencia Hewitt, Ogilvy, Benson & Mather con oficinas en Nueva York (que con el tiempo se convirtió en Ogilvy & Mather Worldwide), con el apoyo financiero de la agencia de Londres, Mather & Crowther.

Como una experiencia interesante de su vida, se comenta que al poco tiempo de que él ingresara a trabajar en publicidad, un hombre entró en la agencia solicitando apoyo para anunciar la apertura de su hotel. Como este cliente tenía un presupuesto de solo 500 libras,  fue visto como poco atractivo y asignado a Ogilvy por ser principiante. Él aceptó gustoso la asignación y con todo el dinero disponible compró tarjetas postales y envió invitaciones a todas las personas que encontró en el directorio telefónico local. Esta estrategia resultó efectiva y  el hotel abrió sus puertas con casa llena. Así conoció la publicidad directa, que fue, según la denomina en Ogilvy on Advertising su "Arma Secreta".

Se le atribuyen entre otras expresiones, que lo definen como un estratega, la siguiente:

La gente que en publicidad no hace caso de la investigación, es tan peligrosa como los generales que no descifran las señales enemigas

Reflexionando al respecto twittié:

"Los administradores que toman decisiones sin considerar los estados financieros son tan peligrosos como los generales que no descifran las señales enemigas. "



miércoles, 3 de octubre de 2012

El líder debe actuar coherentemente con los valores de la empresa



James E. Burke (1925-2012). Ejecutivo norteamericano que laboró durante 40 años en Johnson & Johnson, desempeñándose como su Presidente Ejecutivo de 1976 a 1989.

Se cuenta que cuando James Burke fue jefe de nuevos productos en Johnson & Johnson, uno de sus primeros proyectos fue una pomada para frotar en el pecho de los niños. Este ungüento falló y él pensó que sería despedido cuando fue llamado a la oficina de su jefe. Sin embargo, para su sorpresa, el Señor Johnson preguntó:

-    ¿Es usted el hombre que costó tanto a nuestra compañía?


Burke asintió con honestidad

Bueno,… quiero que tomes riesgos,… si no lo hacemos, nunca creceremos. De eso se tratan los negocios.

Años después, él fue nombrado su presidente ejecutivo. Cuando se desempeñaba en este cargo, le tocó afrontar la crisis que se originó porque alguien había puesto veneno en las tabletas de Tylenol en Estados Unidos, ocasionando la muerte de varias personas. Entonces se vio frente a una de las decisiones más difíciles de su vida ¿Debería retirar las tabletas de todos los establecimientos?

El costo que representaría el retiro sería enorme y hacerlo o no conllevaba complicaciones legales. No obstante, su decisión fue retirar el producto, fundamentado en los valores sobre los que descansa su compañía. El Credo de Johnson & Johnson, establecido por quien le había preguntado años atrás si él era el responsable del fracaso, y que parecía haber quedado con el paso del tiempo como decoración en las paredes, comienza:

“Creemos que nuestra mayor responsabilidad es con los doctores, enfermeros y enfermeras y con los pacientes y con las madres y todos los que usan nuestros productos y servicios”.

Con esta decisión coherente, el Credo de la empresa fue respetado, y por ello, Burke es considerado desde entonces como un ejemplo de líder que conociendo los valores de su empresa actúo defendiéndolos y manteniendo la visión a largo plazo.  

Reflexionando al respecto twittié:

"Las empresas no son prisioneras de su destino, pero sí corren, por causa-efecto, la suerte que establece el carácter de sus administradores. "