José Francisco de San Martín (1778 - 1850) fue un militar
argentino, cuyas campañas fueron decisivas para las independencias de la
Argentina, Chile y el Perú.
Se comenta que una noche se presentó sorpresivamente en la ciudad de Córdoba, sin escolta, a excepción de uno de sus ayudantes que le servía de acompañante, causando sorpresa a los oficiales de la guarnición. Reúne a los jefes, a pesar de lo tormentoso del tiempo, y les anuncia que al día siguiente pensaba revisar las tropas que se encontraban en la plaza. Acto seguido, se retiró a descansar. Transcurridas algunas horas, y mientras el general se encontraba pensativo al lado de la chimenea, calentándose y secando sus ropas al mismo tiempo, le pasaron una tarjeta en la cual se le pedía una audiencia urgente, “para un asunto de vida o muerte” pero lo que más impresionó a San Martín fue un párrafo que decía:
Se comenta que una noche se presentó sorpresivamente en la ciudad de Córdoba, sin escolta, a excepción de uno de sus ayudantes que le servía de acompañante, causando sorpresa a los oficiales de la guarnición. Reúne a los jefes, a pesar de lo tormentoso del tiempo, y les anuncia que al día siguiente pensaba revisar las tropas que se encontraban en la plaza. Acto seguido, se retiró a descansar. Transcurridas algunas horas, y mientras el general se encontraba pensativo al lado de la chimenea, calentándose y secando sus ropas al mismo tiempo, le pasaron una tarjeta en la cual se le pedía una audiencia urgente, “para un asunto de vida o muerte” pero lo que más impresionó a San Martín fue un párrafo que decía:
“Deseo hablar con el caballero don José de San Martí NO
con el general”.
Curioso por conocer al autor de aquel mensaje, que
denotaba angustia, el general accedió a la entrevista. Cuando entró el
visitante, dijo:
-Señor don José de San Martín, soy coronel pagador de los
sueldos de las tropas que revistará mañana el general San Martín. Teniendo el
vicio del juego, anoche perdí a las cartas los fondos destinados a la tropa. La
visita del general me sorprende, cuando aún no vuelve el correo que envié a
toda prisa para vender todo cuanto poseo. Conforme el reglamento, tendría que
ser degradado en público y fusilado a continuación. No me aterraría el castigo
que merezco, si no supiera que la misma descarga que acabe conmigo, terminará
también con una anciana que tiene fe en mí, porque es lo único que le queda en
la vida. ¿Quiere usted, prestarme el dinero para salvarme, seguro de que no
solo repondré lo perdido y nunca volveré a cometer un acto como este, sino
seguro también, de que dos seres rezarán eternamente por usted?
Y San Martín, entregándole el dinero faltante le dijo:
-Tome la cantidad, pero que no lo sepa nunca el general
San Martín. Es un hombre capaz de fusilarnos a usted y a mí, si los supiera.
Se le atribuye la siguiente expresión:
"La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre
de bien"
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