George Washington (1732 — 1799). Primer Presidente de los
Estados Unidos entre 1789 y 1797 y Comandante en Jefe del Ejército Continental
revolucionario en la Guerra de la Independencia (1775–1783), siendo considerado
el Padre de la Patria.
En un mañana de invierno, el General Washington, saliendo de su cuartel general,
subió el cuello de su gran abrigo y bajó su sombrero para proteger su cara del
terrible frío.Conforme se dirigía a donde los soldados estaban
fortificando un campo, ninguno podía reconocer que la figura alta y encapotada
era el Jefe Supremo del Ejército. Se acercó al campamento y se detuvo a
observar a una pequeña compañía de soldados que, bajo el comando de un cabo,
estaban edificando una trinchera de leños.
Los hombres estaban arrastrando un leño muy pesado y el cabo, muy importante y superior, estaba parado a un lado, dando órdenes.
Los hombres estaban arrastrando un leño muy pesado y el cabo, muy importante y superior, estaba parado a un lado, dando órdenes.
—¡Arriba con él! —gritaba—¡Ahora todos juntos!,
¡Empujen!, ¡Ahora!
Con un fuerte empujón, el leño estaba casi en su lugar,
pero era demasiado pesado y antes de alcanzar el tope de la estaca, se
derrumbó. El cabo rugió nuevamente:
—¡Arriba con él! ¿Qué pasa con ustedes? ¡Arriba con él!
¡Traten otra vez!
Los hombres tiraron y se esforzaron nuevamente; el leño
casi alcanzó la cima, pero se zafó y una vez más se derrumbó.
—¡Levántenlo con fuerza! —rugió el cabo— ¡uno, dos,
tres!,¡Ahora!
Y entonces justamente cuando el leño iba a derrumbarse
por tercera vez, Washington corrió hacia él, lo empujó con toda su fuerza, y el
leño cayó en su sitio. Los jadeantes y sudorosos hombres se volvieron para
darle las gracias, pero Washington se dirigió hacia el cabo.
—¿Por qué no ayuda usted a sus hombres cuando necesitan
una mano con esta dura tarea?
—¿Quiere saber porqué?—contestó el hombre— ¿No ve usted
que soy cabo?
Washington abrió su abrigo y mostrándole su uniforme,
dijo: "Yo soy sólo el Jefe Supremo."
Cuando recuerdo esta anécdota, viene a mí la siguiente frase que se le atribuye:
“Trabajar para mantener viva en tu pecho esa pequeña llama de fuego celeste, la conciencia.”
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Cuando recuerdo esta anécdota, viene a mí la siguiente frase que se le atribuye:
“Trabajar para mantener viva en tu pecho esa pequeña llama de fuego celeste, la conciencia.”
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