Ricardo III, rey de Inglaterra (1452- 1485) . Fue el
último rey de la Casa de York, que
significó el fin de Plantagenet, de la Guerra de las Dos Rosas y el
advenimiento de los Tudor.
Se comenta que el 22 de agosto de 1485, el rey Ricardo
III se preparaba para la batalla de Bosworth contra el ejército de Enrique,
conde de Richmond. Para ello, envió a un palafrenero a comprobar si su caballo
favorito estaba preparado.
-Ponle pronto las
herraduras -le dijo el palafrenero al herrero-. El rey desea cabalgar al frente
de sus tropas.
-Tendrás que
esperar -respondió el herrero-. En estos días he herrado a todo el ejército del
rey, y ahora debo conseguir más hierro.
-No puedo
esperar -gritó el palafrenero con impaciencia-. Los enemigos del rey avanzan, y
debemos enfrentarlos en el campo. Arréglate con lo que tengas.
El herrero puso manos a la obra. Con una barra de hierro
hizo cuatro herraduras. Las martilló, las moldeó y las adaptó a los cascos del
caballo. Luego empezó a clavarlas. Poco después de clavar tres herraduras,
descubrió que no tenía suficientes clavos para la cuarta.
-Necesito un
par de clavos más -dijo-, y me llevará un tiempo sacarlos de otro lado.
- No puedo esperar.
Ya oigo las trompetas. ¿No puedes arregártelas con lo que tienes?
-Puedo poner la
herradura, pero no quedará tan firme como las otras.
-¿Aguantará?
-preguntó el palafrenero.
-Tal vez, pero
no puedo asegurártelo.
-Pues clávala
-exclamó-. Y deprisa, o el rey Ricardo se enfadará con los dos.
Los ejércitos chocaron, y Ricardo estaba en lo más fiero
del combate. Cabalgaba de aquí para allá, alentando a sus hombres y luchando
contra sus enemigos.
-¡Adelante, adelante!
-gritaba, lanzando sus tropas contra las líneas de Enrique.
A lo lejos, del otro lado del campo, vio que algunos de
sus hombres retrocedían. Si otros los veían, también se retirarían. Ricardo
espoleó su caballo y galopó hacia la línea rota, ordenando a sus soldados que
regresaran a la batalla. Estaba en medio del campo cuando el caballo perdió una
herradura. El caballo tropezó y rodó, y Ricardo cayó al suelo.
Antes que el rey pudiera tomar las riendas, el asustado
animal se levantó y echó a correr. Ricardo miró en derredor. Vio que sus
soldados daban media vuelta y huían, y las tropas enemigas lo rodeaban y
agitando la espada en el aire, gritó:
"¡Un caballo!
¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!"
Pero no había ningún caballo para él. Su ejército se
había desbandado, y sus tropas sólo pensaban en salvarse. Poco después los
soldados de Enrique se abalanzaron sobre él, y la batalla terminó. Y desde esos
tiempos, la gente dice:
Por falta de un
clavo se perdió una herradura,
por falta de
una herradura, se perdió un caballo,
por falta de un
caballo, se perdió una batalla,
por falta de
una batalla, se perdió un reino,
y todo por
falta de un clavo de herradura.
Quizás pensando en esta historia, Napoleón dijo:
"Vísteme lento que tengo prisa"
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