viernes, 7 de septiembre de 2012

La voluntad de servicio marca nuestras vidas


George C. Boldt (1851-1916) era un prusiano-americano, hotelero hecho así mismo. Comenzó como ayudante de cocina en New York, y a la edad de 25 años, fue contratado por su futuro suegro para gestionar el comedor del club de caballeros, El Club de Filadelfia. Su primer trabajo en un hotel, fue en el Bellevue(1881). Luego compró un pequeño hotel, el Stratford. A lo largo de su carrera influyó en el desarrollo del hotel urbano como un centro cívico social y destino de lujo.
 

Una noche de tormenta, en el otoño de 1891, una pareja entró al hotel Stratford, buscando conseguir resguardo. Al  aproximarse al mostrador,  y preguntaron:
"¿Puede darnos una habitación?"


 
George C. Boldt, el gerente, un hombre atento con una cálida sonrisa, les dijo: "Hay tres convenciones simultáneas en Filadelfia... Todas las habitaciones de nuestro hotel y de los otros están tomadas." Al verlos angustiados, continuó: "Miren... no puedo enviarlos afuera con esta lluvia. Si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me quedaré terminando trabajo de oficina"
Ellos rechazaron, pero él insistió y finalmente terminaron ocupando su habitación.


A la mañana siguiente, al pagar la factura, el hombre pidió hablar con él y le dijo: "Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya un hotel para usted". El gerente tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.
Pasaron dos años y el gerente recibió una carta de aquel hombre, adjuntándole un pasaje de ida y vuelta a Nueva York con la petición expresa de que los visitase. Con cierta curiosidad, el gerente no desaprovechó esta oportunidad y concurrió a la cita.


En esta ocasión el hombre le llevó a la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 34 y señaló con el dedo un imponente edificio de piedra rojiza y le dijo: "Mi Nombre es William Waldorf Astor. Este es mi hotel, el Waldorf Astoria y quiero que usted sea el Gerente General. 


El hombre miró anonadado y dijo: "Es una broma, ¿verdad?"
"Puedo asegurarle que no", le contestó con una sonrisa cómplice. 



Cuando leo esta historia, recuerdo la siguiente expresión:
"Cuando un cliente te pregunta algo, se convierte en tu responsabilidad."
 
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