Una noche de tormenta, en el otoño de 1891, una pareja entró al hotel Stratford, buscando conseguir resguardo. Al aproximarse al mostrador, y preguntaron:
"¿Puede darnos una habitación?"
George C. Boldt, el gerente, un hombre atento con una cálida sonrisa, les dijo: "Hay tres convenciones simultáneas en Filadelfia... Todas las habitaciones de nuestro hotel y de los otros están tomadas." Al verlos angustiados, continuó: "Miren... no puedo enviarlos afuera con esta lluvia. Si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me quedaré terminando trabajo de oficina"
Ellos rechazaron, pero él insistió y finalmente terminaron ocupando su habitación.
A la mañana siguiente, al pagar la factura, el hombre pidió hablar con él y le dijo: "Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya un hotel para usted". El gerente tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.
Pasaron dos años y el gerente recibió una carta de aquel hombre, adjuntándole un pasaje de ida y vuelta a Nueva York con la petición expresa de que los visitase. Con cierta curiosidad, el gerente no desaprovechó esta oportunidad y concurrió a la cita.
En esta ocasión el hombre le llevó a la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 34 y señaló con el dedo un imponente edificio de piedra rojiza y le dijo: "Mi Nombre es William Waldorf Astor. Este es mi hotel, el Waldorf Astoria y quiero que usted sea el Gerente General.
El hombre miró anonadado y dijo: "Es una broma, ¿verdad?"
"Puedo asegurarle que no", le contestó con una sonrisa cómplice.
Cuando
leo esta historia, recuerdo la siguiente expresión:
"Cuando
un cliente te pregunta algo, se convierte en tu responsabilidad."
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