Fue un extraordinario soldado que unía fuerza y destreza física con un espíritu cultivado al estilo helénico. En su reinado de tan solo 13 años, cambió por completo la estructura política y cultural de la zona mediterránea y el próximo Oriente, dando inicio a una época de extraordinario intercambio cultural, en la que lo griego se expandió, a lo largo del llamado Período Helenístico (323–30 a. C.).Se comenta que encontrándose al borde de la muerte, convocó a sus generales para decirles sus últimos deseos:
"Les ordeno que mi ataúd sea llevado en hombros y transportado por mis propios médicos de confianza, que los tesoros que he acumulado (plata, oro, piedras preciosas... ), sean esparcidos por el camino hasta llegar a mi tumba, y que mis manos queden balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos."
Todos los generales estaban asombrados. Pero tan solo uno se atrevió a hacer la pregunta de rigor: " ¿Cuáles son las razones?
Entonces, Alejandro contestó al general:"Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. Y quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías nos vamos."
Ante el próximo desenlace, sus generales tenían una inquietud y la plantearon: "¿A quién le dejas tu imperio?." Unos minutos antes de morir, él respondió: "Al más digno." Finalmente, al expirar, dijo: "Preveo un gran funeral en mi honor".
Se le atribuye, entre otras frases célebres, la siguiente: “Lucharemos por Grecia y nuestros corazones permanecerán en ella.”
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